Impulsada por los avances tecnológicos que permiten «democratizar» las posibilidades de retratar el cosmos, sin la necesidad de recurrir a aparatos muy sofisticados y costosos, la astrofotografía suma cada vez más aficionados en el país, a través de talleres y safaris grupales, y se consolida como una herramienta de promoción turística.
«Es una disciplina que combina ciencia, técnica y arte. No hay astrofotografía posible sin conocer herramientas básicas de astronomía y de la parte técnica de la fotografía. Y hay un poquito de arte también a la hora de componer la imagen», sintetiza Mariano Ribas, responsable del área de divulgación científica del Planetario de Buenos Aires y uno de los astrofotógrafos de la vieja guardia que hacían foco en los cuerpos celestes con cámaras de rollo y revelado en la década del ’90.
Ribas dice que es un camino natural para los apasionados de la astronomía: «Cuando empezás a manejar telescopios y observar objetos en el cielo, incluso como hobby, llega un momento que los querés registrar», afirma. Y remarca que el disfrute es aún mayor –con sorpresa incluida- porque la cámara fotográfica «registra muchísimo más de lo que el ojo humano puede ver en un telescopio».
En Argentina hay destacados astrofotógrafos y no es de extrañar, según asegura el especialista, teniendo en cuenta que es un país con alta cantidad de aficionados a la astronomía (se calcula en más de 10.000 activos).
Pero en los últimos años el interés por la disciplina fue creciendo tanto por parte de fotógrafos tradicionales, como de simples curiosos que se fueron sumando a cursos y talleres, especialmente durante la pandemia.
Télam